Pequeñas poblaciones de Extremadura han visto como con el paso de los años cada vez es más complicado sacar beneficios a sus pequeños terrenos dedicados a la producción de pimientos, aceitunas, tabaco o incluso soja, que por increíble que parezca cada vez ha ocupado más espacio dentro de la agricultura extremeña.
Población extremeña. Autor: A.R.M |
No hay que irse muy atrás para ver la diferencia. En los pasados años 90, tener una explotación agraria, por pequeña que esta fuese, daba cuanto menos un sobresueldo anual que ayudaba a las familias, que dedicaban su poco tiempo libre al cultivo y cuidado de la misma. Sin embargo, hoy en día las cosas han cambiado mucho. En el siglo de las nuevas tecnologías, internet y los smartphones, vivir del campo se ha convertido en una tarea prácticamente imposible, a no ser que el agricultor posea cientos de hectáreas de terreno y una gran cantidad de dinero con el que jugársela e invertir.
Alberto Mateos, vecino de la localidad de Talayuela, ha visto como sus padres vivían siempre de los beneficios que les daba una pequeña parcela de 5 hectáreas de tabaco. Sin embargo, hoy en día no le queda otra, que seguir estudiando con la esperanza de poder encontrar un trabajo que le permita tener un sueldo digno. “Nos han quitado prácticamente todas las ayudas y subvenciones. A los tabaqueros se nos han terminado los años de bonanza. Todo lo que lucharon nuestros antepasados ha quedado en el olvido. Nuestros padres y abuelos invirtieron mucho trabajo y esfuerzo en mantener todo esto en pie, para que nosotros pudiéramos hacer lo mismo y vivir de ello, tal y como hicieron ellos”, afirma Mateos.
El caso de María Ruiz no es muy diferente. Sus padres tienen 12 hectáreas de explotación de aceitunas en Robledollano. “Lo que antes era un negocio seguro ahora no lo es. Y no sólo está el problema en que no podamos vivir de ello como antiguamente se hacía, sino que cualquier vamos a tener que perder dinero”, afirma Ruiz, a lo que añade “cada año es más costoso. Si esto no cambia al final tendremos que pagar por que nos compren la producción. Es vergonzoso lo que nos pagan por un kilo de aceitunas. Intentar vivir de esto es una auténtica ruina”.
Y es que el panorama no es muy halagüeño. “Aún no han sido establecidos los precios a los que se pagará cada kilo de aceitunas de la campaña que comenzará dentro de unos pocos días, pero si el año pasado nos daban 28 céntimos de euro…este año no creo que haya mucha diferencia”, afirma Ruiz, “además tenemos que contratar jornaleros, porque aunque nuestras explotaciones no sean muy grandes, 20.000 kilos no los puedo coger yo sola; y cada año los jornales son más caros. De verdad, que esto es desesperante”.
Además el trabajo no termina en la recolección del fruto. Cuando termina la campaña de recogida los agricultores han de podar los árboles, abonar los terrenos y fumigarlos para que estén libres de malas hierbas e infecciones. Todo esto conlleva un desembolso económico que en muchos casos no se recupera con la recolección. En todo caso, lo único que ayuda bastante es la subvención económica que otorga la Junta de Extremadura para sufragar todos estos gastos.
“En total por un año de duro esfuerzo y gasto económico, obtendré un beneficio de unos 5600 euros. De ahí tengo que restar los jornales, los productos químicos, el alquiler de un tractor para llevarlas del olivar a pesar… y un sinfín de gastos más. Con lo que me pueden quedar limpios por mi trabajo 2000 euros. ¿Alguien podría vivir con ese dinero después de trabajar un año entero? Mis abuelos y mis padres vivieron de esto, pero está claro que por mucho que quiera, yo no podré hacerlo”, dice Ruiz.
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