Los
recortes en educación han desencadenado malestar en las familias y un esfuerzo
por parte de los centros educativos de Fuenlabrada que despliegan todos sus
medios para luchar contra las medidas establecidas por la Comunidad de Madrid
Los padres se han tomado muy mal la supresión de las
becas y los centros educativos con un presupuesto mermado intentan gestionar de
forma económica sus recursos para no perjudicar la formación de los alumnos. Los
recortes producidos en materia de educación se han presentado este curso en el
municipio de Fuenlabrada causando el despido de profesores, la supresión de
becas, el aumento de la ratio en las clases y la reducción de las actividades
extraescolares.
El Ayuntamiento de Fuenlabrada, según el concejal de educación, Isidoro Ortega, ha destinado este año 12 millones de euros para los
programas educativos. Pero estas ayudas no son suficientes y el presupuesto de
los centros es muy ajustado para enfrentarse a los gastos que supone el
mantenimiento de los colegios e institutos del municipio.
Las becas de libros de texto de las cuales se
beneficiaba alrededor de un 80% de la población, según datos proporcionados por
el Ayuntamiento, han sido suprimidas por la Comunidad de Madrid. Para
paliar esta situación la alcaldía ha subvencionado casi 700000 euros para la
ayuda de compra de libros de texto y material escolar.
Además,
varios centros como el Instituto Dionisio Aguado denuncian que “las ayudas han
llegado tarde y los padres habían adquirido ya los libros, y por ello la
demanda de esta beca ha sido menor de la esperada”, como asegura el director
del centro, José María Tostado Álvarez.
En los colegios
concertados se han eliminado directamente las becas que estos mismos
proporcionaban a las familias más necesitadas. La directora del Colegio Albanta,
María de los Ángeles García ha expresado que “las becas del colegio llegaban a
más de 500 familias y aunque se han mantenido las becas del Ayuntamiento, éstas
también se han reducido bastante” e incluso ha afirmado “que se han producido
protestas de los padres que se han tomado muy mal la supresión”.
Hay que destacar también la restricción de las becas
de comedor y la aplicación de la política del ‘tupper’ llevada a cabo por la Comunidad de Madrid. El
año pasado 7000 niños comían en comedores escolares y este año se ha reducido
el número de niños a 5000, según los datos aportados por el Ayuntamiento.
El concejal
de educación, Isidoro Ortega, ha declarado “que la eliminación de las becas
tiene un efecto directo sobre esas familias que no pueden pagar la comida de
los comedores y también tiene un efecto muy importante en el empleo ya que
había cientos de mujeres que trabajaban en los comedores como cocineras,
auxiliares de comedor y monitoras, y han ido a la calle”.
Cartel en el colegio John Lennon / Foto: Laura Martín
En la mayoría de los colegios del municipio no se ha
aplicado el sistema del ‘tupper’ ya que no ha sido solicitado por los padres.
Además, los consejos escolares han establecido unas condiciones muy estrictas
para la aplicación de este plan que ha obligado a desistir a los padres y que
suponen llevar la comida en recipientes especiales, preparar el mismo menú
diario que el comedor, además de pagar una cuantía por el servicio. La
directora del Colegio John Lennon, Aída Casado, expresa que “esta medida es un
despropósito y con ella estaríamos expuestos a intoxicaciones”.
La reducción del profesorado en las aulas es un tema
muy polémico ya que ha producido muchos despidos. Por su parte el portavoz del
partido popular del municipio, Manuel Molina, ha aclarado que “no se han
despedido profesores, lo que se ha hecho ha sido no contratar a los interinos”.
La falta de profesores ha desencadenado el aumento
del horario para los demás maestros que deben atender a un mayor grupo de
alumnos. “Es una carga extra porque los profesores tienen dos horas más de
clase que supone, a lo mejor tener un grupo más de alumnos al que hay que
preparar las clases, corregir los ejercicios y examinar” afirma el director
José María Tostado.
Los alumnos también han tenido que renunciar a las
actividades extraescolares que organizaban los colegios o sustituirlas por
otras que no supongan un coste excesivo para las familias, y a las que se pueda
acudir sin necesidad de utilizar el servicio de autocares que encarece mucho
estas actividades.
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