Las
cárceles no hablan. La autonomía personal se pierde entre sus muros y la vida
se reduce a seguir los hábitos impuestos por la institución. Una variada
aunque, a la vez, limitada oferta educativa y lúdica los acerca a la
civilización. Ellos quieren salir, pero… ¿por qué no entrar a disfrutar de la tutela
penitenciaria cuando tantos derechos se nos vedan?
La crisis azota el
sistema de bienestar sin pausa. Cercena los derechos y libertades públicas con
sus acciones. El sistema democrático está en entredicho. Tal es la desafección
que padece el ciudadano ante el sistema que no duda en repetir contra éste. Se
suceden actos que denotan una sociedad activa y participativa, pero rara vez
son escuchados puesto que “los mercados” no entienden de sentimientos sino de
números. ¿Qué derechos tenemos garantizados si los recogidos en la Constituciónno se auxilian?